El canto de las sirenas

De acuerdo con las soflamas patrióticas que venimos oyendo, el Real Mallorca es un club desgraciado que mueve a la conmiseración. Igual que está a punto de ocurrirle al Manchester United, el club palmesano ha caído en manos de un poderoso magnate de la comunicación audiovisual, y su destino final no es otro que la desintegración por la vía del desarraigo y por la acción erosiva de especuladores ajenos a los intereses de la ciudad.
Esa pobre gente luchaba hace dos años por hacerse un hueco en Primera División. Luego de haberlo encontrado, en la bahía de Palma comenzó a escucharse el eco inconfundible del canto de las sirenas (tal vez azafatas de Antonio Asensio, vestidas con lencería en tonos bermellón y la más dentífrica de sus sonrisas). Desde entonces, y siempre entre las garras del magnate especulador, todo lo que pudo hacer el Mallorca fue subir a Primera, hacer una plantilla remendada con saldos, viajar a las antípodas a por un entrenador, clasificarse para la UEFA, rehusar a ella a favor de la Recopa, perder la final de Copa contra el Barcelona por penaltis, desmantelar la plantilla triunfadora, consolar al entrenador, llenar la tesorería con la venta de saldos reconvertidos en rutilantes estrellas, recomponer la plantilla con una nueva remesa de saldos, ganar la Supercopa… y empezar la Liga como líder. Total, una larga relación de fruslerías y vaciedades, en comparación con lo que realmente importa y nos ocupa: la caída del club representativo de Palma de Mallorca en manos de intereses ajenos a la ciudad.
Gracias al cielo, en Gijón no hay cantos de sirena. La nave rojiblanca mantiene el rumbo sin injerencias externas; sin riesgo de que la tripulación se distraiga con azafatas dentífricas y el Sporting acabe estrellado contra los riscos y sometido al pillaje exterior. El tiempo que invirtió el Mallorca en abandonarse a los placeres de la carne, en sucumbir al oropel de las victorias y echarse en brazos de los títulos nobiliarios, el Sporting lo ha empleado en mantenerse a salvo de su propia enajenación; de ahí que todos los esfuerzos se centren ahora en garantizarle al club un futuro venturoso (o dos, sin son pequeños). En él, las únicas sirenas que suenen serán las de alguna alarma de descenso.
El Mallorca de Bahía Producciones, disfrazado de Disneylandia balompédico y ajeno a los intereses de su ciudad, nos tienta hoy ofreciéndonos otro de sus señuelos, que esta vez no es un cántico de sirena sino su equipo filial, al que los especuladores han logrado subir a Segunda División- Esta noche nos lo ponen delante por si sirviera de cebo para incautos y materialistas.

La Nueva España
Setiembre de 1998